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Cómo leer los primeros capítulos de la Biblia

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La responsabilidad de la Iglesia Cristiana consiste no solamente en sostener los principios básicos, bíblicos, de la fe cristiana, sino, también, comunicar estas verdades inalterables a la generación en medio de la cual vive y realiza su ministerio”. Francis A. Schaeffer

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3 valoraciones en Cómo leer los primeros capítulos de la Biblia

  1. Luis Ingunza

    Estimados hermanos, la lectura de este artículo me ha dejado bastante perplejo. Por tanto, es mi sincera oración el ser claro en mis apreciaciones sin caer en la descalificación personal; solo deseo contrastar unas ideas con otras, las que me resultan más biblicistas que las que se contienen en él. Lo que sigue no pretende ser controversial ni menos crear una polémica. Se trata, simplemente, de intentar expresar por escrito mi gratitud al Supremo Creador, haciendo énfasis en una manera de allegarse a su palabra, luchando por prescindir, lo más posible, de los anteojos intelectuales que nos pone la época en la que nos tocó nacer. Nunca he olvidado que, no solo los primeros 11 capítulos del génesis, sino toda la escritura son la revelación de Dios al ser humano. Poder entender esa revelación requiere, mucho más que un esfuerzo de la razón. Alguien diferenció entre el entender y el comprender, señalando que esta última acción exigía la integración del intelecto y el corazón. Por cierto que es insensata la actitud de acercarse a la biblia solo premunidos del aparato de la razón o del de la fe. Ambas, fe y razón son dádivas preciosas concedidas al ser humano que provienen de la misericordia de Dios. Por decirlo así, él nos prepara, nos equipa para ser capaces de entender y comprender su palabra, yendo más allá de categorías como la historia, el espacio y el tiempo.
    Coincido en que los capítulos de Génesis que terminan con el incidente de la torre de Babel no son ni un relato no histórico, ni un simple mito hebreo, ni una manera simbólica y alegórica de entender la vida. Pero, calificarlos solo como históricos, sin profundizar en qué se quiere decir con tal expresión, entraña una dificultad compleja de superar; ¿y por qué?, porque, según aprendimos casi todos en los comienzos de nuestra formación secular la historia dio inicio con la invención por parte del hombre de la escritura. Lo anterior a esa historia es prehistoria, un tiempo en el que no es posible fechar con claridad absoluta el exacto momento en el que acontecieron las cosas, por lo que la mente se limita a contornos, hitos, puntos de referencia, pero que no implican una demarcación temporal totalmente cierta. En lo personal, lamentando el pedir prestada al humanismo la idea, prefiero decir que en esos primeros 11 capítulos subyace una historicidad, entendiendo esta, según una definición que encuentro referida, “a toda cuestión, cosa o persona que presenta calidad de histórico, es decir, que es relativo o parte de la historia”, (yo agregaría, en sentido amplio y no estricto), oponiendo esta noción a la de mito en su connotación de algo falso, inventado, artificioso y mentiroso. Pero recojiendo de la palabra mito su alusión a una realidad distinta de la cotidiana en cuanto al carácter absoluto del tiempo. Los límites no interesan en cuanto a fechas precisas y la verdad va mucho más allá de evidencias empíricamente comprobables. En otra parte leo que la historicidad es una dimensión de la vida del hombre en este mundo que la teología ha iluminado desde tiempos pretéritos. Esta conciencia me parece clave al querer observar, interpretar y aplicar los primeros 11 capítulos del génesis.
    Mediante su inteligencia el Hombre se ha procurado herramientas intelectuales para mejor enfrentarse con la vida. Con la construcción de ideas como la de la historia y la prehistoria él pudo poner un poco de orden al caos de eventos que se sucedían unos tras otros. Fue así, como poco a poco empezaría a vislumbrar conexiones, relaciones, similitudes, causas y efectos. Pero, desgraciadamente para el intelectual sin Dios (para el humanista), en ese esquema de estructuras no siempre todo calzaría a la perfección. Un cristiano, aunque agradecido por el regalo que Dios ha dado al hombre de la razón no puede negar que esa razón por sí es finita, y carecerá siempre de argumentos suficientes en sí mismos para refutar el que ella solo ha demostrado, a lo largo de más de 40 siglos de devenir, que no permite ni permitirá nunca entenderlo todo solo por la obra y gracia del esfuerzo de la mente. Y es justamente esta dimensión de unna razón imcompleta en su acción la que nos obliga a dar la gloria a Dios por la inestimable dádiva de una fe salvadora en la que se halla la certeza y la convicción de lo que esperamos aunque no podemos ver por ahora.
    ¿Por qué me deja un mal sabor de boca el que se encasille a los primeros 11 capítulos del Génesis como históricos sin profundizar en ello?. La historicidad de la que hablé antes no necesariamente se enmarca en un concepto humanista, porque, a mi juicio, el intelectual cristiano que connsideró que en la biblia se percibe tal cuestión, no ha creado esta idea sino que, solo se ha limitado a constatarla como un fenómeno que trasciende el estructurado esquema de la existencia a la luz de la historia escrita, la prehistoria y el mito. Al hablar de la historicidad del Génesis no solo quiero señalar que hay verosimilitud en la palabra de Dios. Me interesa subrayar de manera enfática que esa palabra es inerrante, ciertísima, verdadera. Esto puede sonar a dogma en esta era de culto al relativismo, pero Dios es el absoluto que da sentido a este mundo en constante cambio, mundo que pareciera desmembrarse a cada momento.
    Ahora, el pensamiento de que esta primera parte del Génesis corresponda a una visión precientífica no me molesta del todo, pues en ese labso de tiempo no se había desarrollado el método científico. Sin embargo, y aquí le doy el crédito al doctor J. Vernon McGee, los primeros capítulos del Génesis no son una colección de conferencias científicas que Dios dejó en su palabra para que los lectores de los diferentes tiempos de la historia entendieran los criterios encerrados en su creación de las cosas, los animales, vegetales, minerales y el ser humano mismo. Lo que en el artículo se denomina “los resultados de la herudición”, no me parecen una medida suficientemente válida para tratar de cuestionar una forma de entender la biblia. El que para algunos en las primeras secciones del Génesis se aluda a una visión precientífica tal vez implique una posición no sencilla de defender, pero, en ningún caso, merece el ser descalificada, echando mano a las joyas de la orfebrería humanista.
    Una de las partes de este artículo que me resultan más difíciles de aceptar es aquella en la que se habla de la revelación a la manera de un salto de fe ciego, cargado de subjetividad y lleno de la ingenua certeza del que cree que su salto al vacío desde una firme roca será premiado por la segura recompensa del aterrizaje en las manos de un protector. Como dice hebreos 11 “es la fe la certeza de lo que se espera y la convicción de lo que no se ve”. Sin duda que la revelación entendida bíblicamente supone una confianza que no se asienta en los resultados de la herudición, ni en las máximas y los principios acuñados por la señora razón a través de múltiples actos de filosofía, meditación y reflexión. En una era que se precia de que el conocimiento ha avanzado mucho más en cien años que en el resto de la historia humana puede aparecer como dogmático e ingenuo creer que Dios pudo dividir el mar rojo para que su pueblo pasara en seco, o que permitió que un hacha flotara, o que posibilitó sanidades y resucitaciones. Pero, coincido con lo dicho por el apóstol Pablo, “no me avergüenzo del evangelio”, porque en él está la clave para la verdadera salvación del pecador. Con todo respeto, pienso que la ciencia no puede ni debe ser el tamiz para calificar lo acertado o absurdo de una interpretación de la Escritura. Dios, en su palabra, nos ha dejado suficientes criterios para entenderla. Su carácter todopoderoso, omnisciente y omnipresente no depende de uno o más pensadores de tal o cual tendencia. Él es el mismo ayer y hoy y lo seguirá siendo, aún cuando nosotros dejemos de ser y hayamos vuelto al polvo.
    Se afirma en el artículo que “el concepto bíblico de la creación debe ser leído como un hecho histórico en el tiempo y en el espacio”. Me pregunto ¿en qué fecha Dios creó lo que existe?, en cuál año determinó hacer al hombre?, ¿y cuánto tiempo pasó hasta el momento en que de una de las costillas de Adán hizo a Eva?. Estas preguntas bastan para ilustrar el porqué prefiero hablar de historicidad. Por cierto que la creación supuso eventos monumentales que se hallan muy lejos de los libros de historia convencionales. La Escritura no es un relato comparable con un texto escolar donde se recogen fechas, batallas, ascensos de presidentes, logros culturales, etc.
    Pilato le preguntó a Jesús, ¿qué es la verdad?. Indica el artículo que el modernismo y más el post modernismo han sostenido que la verdad es algo irracional, destruyendo la idea de una verdad absoluta y señalando que solo existen verdades relativas, donde tu verdad y la mía son, igualmente válidas, pues, dependen de “un equilibrio metafísico” del momento que les da sentido, pudiendo, perfectamente, en otro momento en el que se dé otro “equilibrio metafísico”, surgir una verdad,, o distinta u opuesta a la mía, pero tan válida como esta. Denuevo, y muy respetuosamente lo digo, no encuentro base bíblica para estas ideas del relativismo y las verdades paridas por los “equilibrios metafísicos”. Jesús dijo ser el camino, el único camino para el hombre. Pero después de él muchos: Maoma, José Smith, los testigos de Jehová, Marks, Lenin, Estalin, y otros líderes políticos y religiosos, aparte de filósofos muy connotados, se han arrogado tener la verdad con mayúscula. A mí como cristiano solo me convence el ejemplo de Cristo. Me repugna la idea de aceptar como válida la ideología que significó el exterminio de más de 6 millones de congéneres; la vida y la muerte no pueden ser igualmente buenas para el ser humano.
    Aprendí en la escuela dominical que la enseñanza de la palabra no debe ser una ocasión para la discusión, para expresar puntos de vista personales. Dios nos ha legado una herencia de joyas inapreciables, pero el conocimiento de las mismas es el que nos puede hacer sabios conforme a la sabiduría divina. En el temor a Jehová se halla el acceso a los tesoros más valiosos para un ser humano. No está bien el fiarnos de nuestra propia opinión; los caminos que al hombre le parecen derechos pueden llevar a la muerte. No es mi intención seguir comentando este artículo. Simplemente, quiero dejar claro que, aunque la humanidad crea que avanza y continúa progresando en su comprensión de la palabra de Dios no es prudente fiar en este avance, sino aferrarse a la cruz de Cristo para llegar al puerto seguro, venciendo las olas de prueba y sufrimientos de un mar plagado de tempestades.

  2. josé david queupúl

    bendiciones,me gustaría si fuera posible que me enviaran temas de interés como el que he leido, para mi será una gran bendición, para compartir también con otros hermanos en Cristo, como asi también las preguntas y respuestas que se formulan en cada tema, Por la gracia de Dios soy Pastor de una congregación evangelica que cree fielmente a la Palabra de Dios. Reitero mi saludo, esperando su respuesta, Bendiciones.

    • Equipo ObreroFiel

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  3. ina lapaz

    gracias por poner luz en este tema porque si bien yo creo en la Biblia como la palabra inspirada de Dios, en el ganesis a veces los hechos a veces resultan un poco fantasiosos por decirlo de alguna manera. Sus palabras me ayudaran a leerlo con mas atencion. Gracias.

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