Los adultos que en su niñez fueron víctimas del abuso, viven una contradicción. Su percepción de la realidad está distorsionada. Se ven a sí mismos como incapaces de soltarse de aquello que los ata. ¡No se dan cuenta de que Dios puede romper las cadenas que los unen al abuso del pasado y que él tiene el poder para liberarlos!
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