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Imagine la emoción que hubiera sentido de estar sentado con su familia, comiendo de los peces y panecillos que Jesús había provisto milagrosamente. Inolvidable. Es interesante que uno de los milagros más notables del Señor tenía que ver con algo tan cotidiano—una comida sencilla, compartida en familia.
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Jaime Aguilar –
Gracias hermano John por recordarnos esta importantísima actividad. No cuesta más que juntarnos en lo que siempre hacemos por la gracia de Dios: comer. Solo el acto de comer juntos nos hace pensar en la bondad de Dios, en la dependencia a él y en la fe para la siguiente comida. Un saludo en el amor del Señor.