En los campos cercanos a Jatibonico vivía un hombre desalmado, capaz de estafar a cualquiera... hasta a su propio padre. De eso, precisamente trata esta historia, que escuché infinidad de veces a mi abuelo y la cual le endilgó el nombre de Pinta Mulo, con el que se conoció desde entonces y, ni aún inmigrando a Estados Unidos, pudo dejar atrás el alias.